sábado, 29 de octubre de 2011

Vida destruida, mundo construido: Capítulo III

Guerrero sabía que la hostilidad del ambiente ahí afuera de la base era grande, pero jamás imaginó que cuán grande era. En su travesía por las ruinas de la ciudad, vio muchos cuerpos, cuerpos de personas, animales, la mayoría perros, sentados, en posición fetal, supuso que murieron de inanición, qué terrible muerte debe ser aquella, morir por falta de alimento. ¿Este era el mundo real o solo una pesadilla de aquel lugar que de niño era tan colorido, tan verde, tan atractivo a la vista?

Pasaron días, meses, Guerrero no llevaba la cuenta exacta de cuánto tiempo había pasado desde que dejó la base. El tiempo causó estragos en su aspecto, ya parecía un errante desde siempre, una gruesa barba, cabello largo y enredado, sucio. Guerrero encontró una pequeña casa solitaria, en su tiempo debió ser muy cotizada, ahora era un agujero donde esconderse. Hacía mucho tiempo que la saquearon por completa, tuvo suerte de que las puertas y ventanas aún funcionaban bien, aunque las ventanas estaban todas rotas, tenían las protecciones, y aunque algo oxidadas, aun cumplían su misión. Eligió esa casa porque sabía que alguien lo seguía, no sabía quién, pero sentía a alguien siempre unos pasos más atrás de él, quizá era un loco psicópata, buscando carne fresca, aunque había cuidado su aspecto para parecer viejo, sabia finalmente que aquellos que llevaban tiempo en el asunto de vagar por la ciudad, sabrían que era bastante joven.

Una noche, luego de haber ido en busca de alimentos, los poco que podía ocupar, unas cuantas conservas, verduras cultivadas por quien sabe, y plantas comestibles que crecían libremente por las destruidas calzadas y carreteras, sintió que alguien se había acercado demasiado a su refugio. Como lo imaginó, era un hombre, bastante demacrado, pero por su altura y musculatura, sabía que un ataque directo le seria des provechoso. Oculto en la oscuridad de una noche sin luna, esperó a que el extraño entrara a la casa, y de un salto salió, lanzándose al invasor con una velocidad y fuerza que ni el mismo conocía. Jamás había luchado cuerpo a cuerpo, aparte del entrenamiento en los gimnasios de la base, con sus compañeros de grupo. El extraño no tuvo oportunidad de nada, salvo de rogar porque Guerrero no acabara con su penosa existencia.

-¡Qué haces en mi refugio!- Gritó con una ira que hasta el mismo se asustó.

-¡Por favor! No me hagas daño, te lo pido, ¡perdóname la vida!

-¡Qué quieres de mi! Aléjate antes de que me arrepienta y te mate.

-¡No, te lo ruego, no busco pelea, sino una alianza!, soy muy viejo para sobrevivir solo en este mundo tan bestial, te pido por favor que me dejes vivir contigo, conozco el lugar como la palma de mi mano, se donde hay comida, pero otros vagos andan en grupos, ya han acabado con mi familia, mis amigos, solo quedo yo, y temo no poder vivir lo suficiente para vengar a mis seres queridos.

Guerrero quedó pasmado con el motivo que le planteó, este hombre sobrevivía solo pensando en la venganza. Por un lado lo entendía, en su posición quizá también habría hecho lo mismo. Una vez calmado los ánimos, se presentaron.

-Soy Fernando-Dijo Esteban Guerrero- Vengo de una ciudad bastante lejos de esta, he caminado hasta llegar acá, buscando un poco de descanso y refugio.

-Yo soy Pedro, he vivido toda mi vida en esta ciudad, solía ser un comerciante de dulces, antes de que todo esto ocurriera…

Guerrero supuso que tampoco ese era su nombre real, imaginó que “Pedro” tampoco creyó que ese era su nombre. Conversaron hasta altas horas de la noche. Pedro era un comerciante, le dijo, Tenia su kiosco frente a una escuela, no ganaba mucho, pero era lo suficiente para mantener a su esposa y única hija. La sonrisa y alegría de los niños de esa escuela era un buen motivo para seguir trabajando ahí. Ellos compartían su alegría de vivir con él, a cambio, Pedro a los que más cariño les tenía, les daba dulces gratis y les ayudaba a los más lentos en el aprendizaje con sus tareas. Vivía una vida relativamente buena, hasta que el caos comenzó.

Pedro se encontraba en su kiosco, escuchando radio y haciendo un puzle del diario. Cuando un extra lo alarmó. En la radio se decía que un grupo organizado de más de 500 personas armada con palos, molotovs, pistolas artesanales y una serie de artículos bélicos se acercaron al Palacio de gobierno. En la radio expresaban que el mismo infierno se estaba viviendo. Su kiosco no estaba muy lejos de aquel lugar, y comenzó a cerrar por miedo. Cuando cerró, el grupo se estaba acercando al colegio, al ver al grupo tan grande, Pedro palideció, jamás había visto algo parecido en su vida. Un grupo aproximado de 5 personas se acercó a él.

-¿Usted trabaja en el colegio?- Le preguntó el que parecía líder de ese grupo.

-No, yo trabajo en este kiosco, por favor, no le hagan nada, es mi única fuente de trabajo.

-No se preocupe, nosotros no somos los malos de la película.

-¿Ustedes son las personas de las que la radio habla, como que no son los malos?

-No lo somos, estamos iniciando una nueva era, un mundo mejor. Nuestro siguiente blanco es este colegio, informantes nos han dicho que acá los profesores, auxiliares y hasta mismos directivos abusan de los niños. Sabemos que una gran mayoría de estos niños son huérfanos, que viven con familias también de abusadores, es toda una red de mentiras este lugar.

Al oír esto quedo espantado, jamás lo imaginó. El grupo en total que se acercó al colegio era algo de 50 personas, entraron por los patios, saltando los altos muros. Luego de esto se escucharon gritos, golpes, voces que pedían piedad, el mismo infierno se estaba desatando. Pedro se decidió por esconder dentro de su kiosco, Y comenzó el desastre. Llegó primero una patrulla, luego dos, luego un camión de militares, todo esto lo vio Pedro, Las fuerzas de seguridad entraron por la puerta, y se desató una batalla campal dentro. Un grupo de rebeldes abrió la puerta trasera del colegio, salió con una gran cantidad de niños, y en este preciso momento, el humilde kiosquero, entendió que lo que ellos decían era verdad, ellos no eran los malos de la película. Un grupo de militares estaba afuera del colegio, y sin piedad descargo sus fusiles contra los rebeldes y niños que arrancaban por la calle. ¿Por qué lo harían si se suponía que ellos debían de cuidar a los ciudadanos? ¿Por qué no arrestar a los rebeldes?

Pasadas unas horas, los cuerpos seguían ahí, pero los militares y policías no, en estado de shock, Pedro salió de su kiosco, y se sintió como en una película de guerra, Mientras veía a los niños llorando de dolor, a sus niños, esos que le pedían dulces cuando no tenían dinero, esos que ayudó con su tarea, todos muertos, o agonizando en un dolor que en sus inocentes mentes no tenía cabida. Pedro se acercó a uno de los rebeldes, y este con sus últimos alientos le dijo:

-Salga de aquí, rápido, antes de que vuelvan y lo maten.

- no puedo, quiero ayudarte, quiero salvar a los niños que quedan, mi auto no está muy lejos de aquí.

-No, si vuelve lo matarán, huya, usted ya sabe demasiado, conduzca por calles solitarias, alejadas de este lugar.

- Gracias por abrir mi mente, joven, jamás hubiera imaginado el infierno que debieron vivir estos niños…

- No agradezca, hágalo cuando este asqueroso sistema de gobierno caiga….

Eso fue lo último que dijo ese joven, que quizá no tenía más de 25 años, pero hablaba como un viejo sabio.

En este punto, Pedro comenzó a llorar, de impotencia por perder a aquella generación de niños que tanto quería, por perder a su familia completa a manos de vagabundos, por perder las amistades que había logrado post guerra civil.

El fuego comenzaba a apagarse, empezaba a amanecer, Esteban le ofreció una manta que encontró en la casa, y ambos durmieron un par de horas.

Cuando esteban despertó, Pedro no se encontraba, por un instante busco su mochila, creyendo que este se la había robado, de ser así, se habría dado cuenta que no era un vagabundo, y tendría que acabar con él, pese que había sido su única compañía durante mucho tiempo. Cuando se estuvo listo para salir a explorar, Pedro volvió con dos conejos.

-Hola Fernando, mira lo que encontré.

- ¡Valla! ¿De dónde los has sacado? ¿De un sombrero de mago?

-Jajajaja, casi, te dije que conocía el lugar bastante bien, y eso quiere decir que tengo trampas por varios lugares donde creía que habían conejos y liebres.

Una vez preparado los conejos, los engulleron con tantas ganas que parecía que no habían comido durante semanas, lo cual para Esteban no estaba muy lejos de la realidad. Al terminar de comer, arrojaron los huesos al fuego, atraer ratones no era una idea muy inteligente, aunque en caso de hambre, no serian una mala comida.

Caminaron cerca de 4 kilómetros, haciendo círculos alrededor de su refugio, hasta que de golpe Pedro frenó, algo lo había asustado.

-¿Qué pasa, Pedro?

-Mira ahí delante, a unos 200 metros.

-Son personas, únanos el grupo para abarcar más espacio.

-¿Recuerdas que te dije que un grupo de vagabundos asesinó a todos mis seres queridos? Ese es el grupo. El puño de Pedro se apretó y temblaba de ira.

-¿Estás seguro de eso? pueden ser otros, quizá también victimas de ellos.

-No, estoy seguro.- Dijo con frialdad- Reconocería al líder de ellos desde esta distancia.

Esteban fijo la vista un momento, supo rápidamente quien era el líder. Un hombre de 2 metros de alto aproximadamente, con una blanca barba, un parche en un ojo y grandes brazos. Esteban sabía que no podía detener a Pedro, sabía lo que estaba dispuesto a hacer, y sabía muy bien que esto terminaría con heridos y muertos.

Cuarta Parte

1 comentario:

  1. ...
    ...
    ...
    ...
    quiero... quiero leerlo de principio a fin, no volveré a ingresar al blog porque la curiosidad me va a matar, quisiera leerlo de una sola vez, es demasiado... lo quiero ver publicado en papel, me encanta :D

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