jueves, 20 de octubre de 2011

Vida destruida, mundo construido: Capítulo I

Capítulo I

Esteban Guerrero, soldado de las Fuerzas de Recuperación del Poder (FRP) la llave para acabar con la mayor organización de resistencia que estaba quedando, sorprendió a todos con su estrategia.

Esteban era solo un soldado raso cuando el país, y luego el mundo, se hundió en el caos que ahora lo domina. Era un joven con proyecciones dentro de la rama de la policía, se esforzaba mucho por destacar dentro de su escuadrón, lográndolo fácilmente al cabo de un par de meses el liderazgo de este. Al cabo de un año ya era capitán y se codeaba con los grandes oficiales del ejército. Entre ellos discutían que misión fue más exitosa, la envidia era algo muy común dentro de ellos, todos querían escalar más alto y más rápido que los demás, Esteban los miraba con admiración, él había perdido contacto con su familia al cabo de pocos días de comenzado el desastre, los únicos modelos a seguir eran los buitres de alto grado que le enseñaban a comportarse como uno de ellos, una piraña más dentro de un estaque bastante grande por ahora.

Pasaron los años, y como todos veían venir, Esteban Guerrero, Sargento de un pelotón, se convirtió en Comandante. El futuro era prometedor, era ahora uno más de los altos rangos dentro de la FRP y como era de esperarse, quería tanto poder como le fuera posible conseguir, los demás oficiales de alto rango ya le habían envenenado los pensamientos con aquellas ideas que sin saberlo, llevaron a la ruina al mundo tal cual como era. Todo parecía decir que una vez terminado el trabajo de ellos, estos mismos serian los encargados de dirigir el gobierno, por lo menos a nivel país, y se necesitarían a los oficiales de mayor rango para esto.

A guerrero no le interesaba mucho el combate cuerpo a cuerpo, a su corta edad de 25 años y con su alto rango, ya había dirigido unas cuantas misiones de desarme y desintegración de rebeldes, todas muy bien dirigidas, pero él prefería ser más sutil, ir de frente con un pelotón es algo peligroso, y muy llamativo. En cierta ocasión mientras interrogaban prisioneros, le sorprendió ver a hombres y mujeres muy jóvenes, incluso menores de edad, tan decididos a ocultar nombres, lugares, etc. Con tal de mantener su organización intacta. Guerrero acercándose a un prisionero amarrado a una silla, el joven parecía decidido a no decir nada, tenía un rostro serio, una mirada fría, evitando demostrar cualquier sentimiento posible, cualquier pista que le les demostrara algo que pudieran sacar de provecho. Guerrero se sentó frente a él y comenzó a preguntar:

-Dime tú nombre prisionero y el nombre de tú organización, sabemos que ustedes no son todos los que hay.

El joven no dijo absolutamente nada. Llamó a un subordinado, le ordenó apretar sus amarras, el joven pareció ceder por un segundo, al próximo volvió a su estado original. Volvieron a apretar las amarras, sus muñecas, sus tobillos comenzaron a tomar un color morado hasta que al fin el joven accedió a cooperar, y preguntando de nuevo Guerrero:

- Dime tú nombre prisionero y el nombre de tú organización.

-Me llamo Martín, mi apellido no es de importancia, soy de la organización Libertad y Justicia.

- ¿Dónde se esconden los demás? Según informes entendemos que su organización es la más grande dentro de la que las que tenemos antecedentes.

-Eso no me sacarán ni a golpes, no pienso rebelarles esa información a agentes como ustedes, que se llaman a sí mismos regidores de la justicia cuando no hacen sino todo lo contrario.

Esteban quedó paralizado con tal acusación, él siempre creyó que su bando era el de los buenos, que aquellos rebeldes que se oponían no eran más que personas que solo querían vivir en la destrucción. Martín se dio cuenta de que este fue un duro golpe para el soldado, y rió como nunca antes había reído.

-¡Calla esa boca antes que la haga callar a puñetazos mierda!

- Fue un duro golpe ese ah. Siempre creíste que eras el bueno, jajajaja, no sabes lo que hacen tus altos mandos, ¿verdad? No eres más que una marioneta dentro de este juego.

- Eso es una mentira, ¡llévenselo a la base, y que lo procesen como a los demás para que lo asignen dentro de nuestras cárceles!

-¿Realmente crees que tienen cárceles? Eres más imbécil de lo que pensaba amigo.

Esa fue la última vez que vio a Martín, un joven de no más de 20 años, tan terco como una mula, pero tal vez, solo tal vez más sabio que todos los oficiales juntos.

Una vez llegado a la base se dirigió donde el Coronel San Marcos, atormentado por las palabras del joven mártir que vio partir en su última escaramuza.

-¿De qué diablos está hablando Comandante?

- Eso fue lo que ese prisionero me dijo, que somos los malos, que somos nosotros los que estamos destruyendo, y ellos son los que reconstruyen.

- ¿Y usted le cree a un delirante rebelde que encuentra por ahí? No se deje llevar Comandante Guerrero, estas personas están acostumbradas a la manipulación, al chantaje, por eso sus organizaciones son tan grandes, convencen a cualquier vagabundo que va quedando por las calles, los envenenan con su discurso y ya tienen otro soldado para ellos.

Sintiéndose más tranquilo sobre ese tema, recordó lo último que le dijo:

- ¿Y qué hay de cierto de que las cárceles donde enviamos a los prisioneros no existen? ¿Que se supone que hacemos con ellos una vez capturados?

- Esa información es clasificada, su rango no le permite saber más. - Sacando una pipa de su bolsillo continuó- Y no quiero que vuelva a tener esas dudas, ni esas preguntas, si vuelve a molestarme con tales tonterías lo degradaré y no será más que un soldado raso ¿Entendió bien?

- ¡Sí señor!

Y Esteban guerrero, saliendo de la oficina del Coronel San Marcos, sintió algo en su cabeza, era la duda, la duda que no podría volver a quitarse de la cabeza hasta que supiera toda la verdad.

Capitulo II

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